jueves, 28 de junio de 2018

La literatura homosexual desde el siglo XX

La literatura homosexual desde el siglo XX


Con motivo del Día Internacional del Orgullo LGTBI (28 de junio) hemos querido homenajear a todos ellos con este pequeño artículo.

Antes que nada, ¿qué es la literatura homosexual? ¿realmente existe una literatura homosexual? No vamos a entrar aquí en el debate sobre la existencia o no de este tipo de literatura. Solo diremos que tradicionalmente algunos críticos han llamado literatura homosexual a aquella escrita por hombres y mujeres homosexuales y heterosexuales que tratan el tema de una manera explícita.


Querido Bosie

Después de larga e infructuosa espera, he decidido escribirte yo, tanto por ti como por mí, pues no me gustaría pensar que he pasado dos largos años de prisión sin recibir de ti ni una sola línea, ni aun noticia ni mensaje que no me dieran dolor. 

Nuestra infausta y lamentabilísima amistad ha acabado en ruina e infamia pública para mí, pero el recuerdo de nuestro antiguo afecto me acompaña a menudo, y la idea de que el aborrecimiento, la amargura y el desprecio ocupen para siempre ese lugar de mi corazón que en otro tiempo ocupó el amor me resulta muy triste; y tú mismo sentirás, creo, en tu corazón que escribirme cuando me consumo en la soledad de la vida de presidio es mejor que publicar mis cartas sin mi permiso o dedicarme poemas sin consultar, aunque el mundo no haya de saber nada de las palabras de dolor o de pasión, de remordimiento o indiferencia, que quieras enviarme en respuesta o apelación

Con estas palabras comienza De profundis. Este libro es en realidad una larguísima carta que escribió Oscar Wilde en 1897 mientras estaba preso en la cárcel de Reading. El destinatario era nada más y nada menos que Lord Alfred Douglas, Bosie, examante del escritor. En ella Wilde relata la tormentosa relación que mantuvieron, relación que concluyó con el juicio del escritor, condenado a trabajos forzados por "conducta indecente y sodomía". La carta, bajo el título De profundis, fue publicada por su albacea, aunque de forma fragmentaria. Pese a ello, este libro constituye el pilar fundacional de la llamada literatura homosexual moderna. Douglas también dejó un poema, "Dos amores", que vio la luz en el juicio a Wilde. De este destacaremos dos versos:

Después suspirando, dijo el otro: “Entonces permíteme que me presente,
yo soy el Amor que no se atreve a pronunciar su nombre"

Ese amor homosexual oculto por medio a la política de la época. Amor que siguió oculto cuando en 1912 Thomas Mann publicó La muerte en Venecia, donde vemos un amor prohibido entre Gustav von Aschenbach, destacado escritor alemán de edad madura, y un adolescente polaco de nombre Tadzio, dotado de una belleza extraordinaria. Oculto, o semioculto, estuvieron los poemas de Constantino Cavafis (1863-1933), poeta egipcio, una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y uno de los mayores exponentes del renacimiento de la lengua griega moderna. Sus poemas homoeróticos son en la actualidad muy leídos, especialmente "Recuerda, cuerpo...".

Tampoco quiso ver publicado en vida E. M. Forster su obra Maurice, que vería la luz en 1971 (fue escrita en 1914). Esta novela trata sobre la historia de un amor homosexual en la Inglaterra eduardiana de principios del siglo XX. Tampoco vio Marcel Proust su obra En busca del tiempo perdido en vida. Proust, homosexual que fue obligado a vivirlo en secreto, analiza exhaustivamente la homosexualidad, tema que obsesiona al narrador-protagonista y realiza una declaración velada a su propia homosexualidad. Algo parecido ocurrió con Federico García Lorca. Será tras su muerte cuando vea la luz sus Sonetos del amor oscuro, de carácter homosexual en su mayoría.

En 1929, Marguerite Yourcenar publicó una novela breve que sigue siendo fundamental en la historia de la literatura gay: Alexis o el tratado del inútil combate. En ella se cuenta ya sin ocultar la historia de un hombre que ha luchado para traicionar sus instintos casándose con una mujer, pero que al final se rinde y la abandona. Yourcenar tiene una obra colosal —con Memorias de Adriano — en la que la homoafectividad es un tema recurrente.

En el panorama lésbico destacamos a Patricia Highsmith, autora de las famosas novelas de Tom Ripley. Fue ella quien, bajo un seudónimo, publicó Carol, una novela que cuenta el amor de dos mujeres, siendo una de las primeras historias homosexuales de final feliz.

Otros autores tocaron la homosexualidad desde un conflicto de identidad, como Tennessee Williams, cuyos dramas arrancan siempre de profundos desgarros, o James Baldwin, quien trata la discriminación racial y sexual.O Luis Cernuda, cuyos poemas no dejan de bordear las contradicciones de la realidad y el deseo. También podemos añadir en esta línea a Carson McCullers y su Reflejos en un ojo dorado y a David Leavitt con El lenguaje perdido de las grúas.

En contraposición a este trato del tema homosexual, encontramos a otros escritores donde exaltaron el cuerpo, el goce, la sensualidad y la alegría del homoerotismo: Manuel Puig, Anaïs Nin, Jaime Gil de Biedma, Pier Paolo Pasolini, Terenci Moix, Luis Antonio de Villena o Eduardo Mendicutti. Las memorias de Reinaldo Arenas, Antes que anochezca, un libro belicoso políticamente y a veces desolador por su crudeza, representa la felicidad homosexual.

En ocasiones también se ha usado la homosexualidad como modelo de ruptura con la sociedad: Genet, Burroughs o Copi. Guillaume Dustan publicó en 1996 En mi cuarto, un libro supuestamente autobiográfico que relata sin encubrimiento la promiscuidad y los excesos de un cierto tipo de vida gay. Mencionamos al colombiano Fernando Vallejo. O como descubrimiento y gestión social de la propia homosexualidad. De esto último destaca Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, quien escribió Poderes terrenales, que ha pasado casi en el anonimato. 

Por último mencionados cuatro novelas sobresalientes de los últimos años. En El invitado amargo, Vicente Molina Foix y Luis Cremades hurgan en la memoria del amor y de sus males. En Jardín, Pablo Simonetti remueve los conflictos familiares en los que la homosexualidad a veces se enreda. En París-Austerlitz, Rafael Chirbes identifica los mestizajes de la identidad y sus abismos. Y en Un mundo huérfano, el colombiano Giuseppe Caputo se acerca sin complejos al descubrimiento de la exuberancia erótica.

La literatura homosexual en México

Podríamos decir que el tema homosexual introduce en la literatura mexicana una búsqueda de una nueva identidad amorosa. Es una literatura que reclama espacios a la sociedad para establecer relaciones amorosas alternativas, marcada con una crítica profunda por el rechazo social.

En México este tema ya fue tratado desde principios del siglo XX, destacando a Salvador Novo con sus poemas en la adolescencia. Uno de estos, "Xavier Villaurrutia", podríamos decir que constituye la manifestación de una angustia ante el amor secreto. El tercer Fausto, también del mismo autor, contiene ya elementos explícitos, pues hay una declaración de Armando, un personaje, donde afirma amar a su amigo Alberto. Pese a que en español no se publicó hasta 1956, es considerada por los críticos como la primera obra que trata el tema homosexual.

De manera mucho más sutil, la homosexualidad aparece en Invitación a la muerte (1943) de Xavier Villaurrutia. Por su parte, Sergio Magaña nos muestra en su obra Los signos del zodíaco (1951) un persona homosexual, mientras que Luis G. Basurto presentó a un homosexual suicida en Cada quien su vida.

En cuanto a novela, la primera de estas fue la de Miguel Barbachano Ponce en 1962: El diario de José Toledo. Esta obra narra la vida de un joven veinteañero que no puede aspirar a consolidar su pasión amorosa con un joven llamado Wenceslao. En 1696 José Ceballos Maldonado nos ofrece en Después de todo el cinismo como la única posibilidad de autoafirmación para alejar los prejuicios de una sociedad que marginaba todo lo homosexual. De nuevo este autor trata este tema en Del amor y otras intoxicaciones.

También en el ensayo aparece esta temática, introducido por José Joaquín Blanco, quien hizo una reflexión en Ojos que da pánico soñar, inserto en Función de medianoche. Ensayos de literatura cotidiana.

Ya en los ochenta Luis Zapata publicó una serie de novelas de temática homosexual: Melodrama (1983), De amor es mi negra pena (1983), En jirones (1985) y El amor que hasta ayer nos quemaba (1989).

La literatura homosexual femenina aparece con mujeres dedicadas a la crítica "queer". Héléne Cixous declaró que la literatura lésbica no se articulaba solo mediante las relaciones sexuales, sino también con el concepto de "feminidad". En poseía será Rosamaría Roffiel quien con su obra Corramos libres ahora (1986) abra este camino. La primera novela donde aparece abiertamente una relación amorosa entre dos mujeres es Amora (1989) de la misma Roffiel, aunque también destacan Dos mujeres (1990) de Sara Levi Calderón y Con fugitivo paso (1997) de Victoria Enríquez.

La literatura homosexual en Colombia

La literatura homosexual está también fuertemente representada en Colombia. En cuanto a novelas una de las primeras obras donde se habló abiertamente del deseo homosexual fue Te quiero mucho poquito nada de Félix Ángel (1975), que fue inmediatamente retirada de las librerías debido a su carácter atrevido. No será hasta 1985 cuando salga a la luz El divino de Gustavo Álvarez Gardeazábal, teniendo una gran repercusión al tratar temas del narcotráfico y la homosexualidad. Este periodista fue el defensor más destacado de los derechos de los gais en Colombia. A esta lista tendríamos que sumarle otros muchos autores: Fernando Molano (Un beso de Dick, 1992; Todas mis cosas en tus bolsillos, 1997), Alonso Sánchez Baute (Al diablo la maldita primavera, 2003), César Alzate Vargas (La ciudad de todos los adioses, 2001; Mártires del deseo, 2007), José María Vargas Vila (La conquista de Bizancio), Gonzalo García Valdivieso por su autobiografía Los putos castos. Memorias inconfesables de un doble deseo (2011), Laura Restrepo (Delirio, 2004), Jorge Franco (Melodrama, 2006)​ o el barranquillero Jaime Manrique Ardila (autor de novelas, poemarios y libros de cuentos), quien fue considerado por The Washington Post el mejor escritor gay latino de su generación.

En el campo de la poesía la figura más destacada es Porfirio Barba Jacob. Este poeta vivió su homosexualidad abiertamente, catando en sus obras (muchas de ellas escritas durante su exilio) el amor entre hombres. Por su parte, Bernardo Arias Trujillo alabó la belleza de un muchacho argentino en su "Roby Nelson", referente de la literatura homosexual en Latinoamérica.

También el teatro tiene sus representantes. Nos referimos al antioqueño José Manuel Freidel, quien  murió asesinado. Destaca su monólogo ¡Ay! Días Chiqui (1987), donde denuncia la violencia sobre los travestis.

Por último, traemos aquí varias listas de los "mejores" libros de la literatura homosexual:

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