La literatura vampírica: su evolución desde Drácula
1. El vampiro: aproximación a su concepto y definición (II)
En
cuanto a los dientes, Berenice los
tenía “largos, estrechos, blanquísimos, con los pálidos labios contrayéndose a
su alrededor” (1). En resumidas cuentas, el vampiro tradicional tiene unos
dientes afilados y puntiagudos (2). Un dato curioso es aquello que nos cuenta El mundo flotante: “los colmillos solo
nos crecen cuando vamos a morder a alguien” (3). Sin embargo, un libro
posterior de esta misma saga Camila dirá que “a los vampiros no nos crecen los
colmillos como en las películas, aunque algunos se ponen postizos (…) antes de
morder a sus víctimas” (4). Es un dato contradictorio, a no ser que los
vampiros más antiguos tuvieran esta facultad y los jóvenes no.
Los ojos es otro aspecto que tenemos que
mencionar. En Berenice vemos que los “ojos no tenían vida ni brillo y parecían
sin pupilas” (5) y Stefan “tenía los ojos verdes. Verdes como hojas de roble en
verano” (6). De todos ellos el color que más destaca es el rojo (7), sobre todo
si el vampiro está hambriento o enfadado. Esto último aparece en Gothika cuando Darío ve, de joven, a
uno: “¡Eran rojos como carbones ardientes! Aquélla no era una persona, ¡tenía
el rostro desdibujado!” (8).
La
propia Analisa también sufre estos cambios de tonalidades en los ojos: “de repente,
observó [sor Angustias] algo raro en la joven. Ésta la miraba fijamente, como
una cobra a su presa. Sus ojos le produjeron escalofríos. Por un momento habría
jurado que cambiaban de color tornándose rojos. ¡Aquella mirada había logrado
asustarla!” (9).
Su alimentación es a base de sangre,
aunque esto hay que matizarlo mucho. Solo algunos personajes, como Aurelia o la
condesa (10), se alimentan de la carne humana aún palpitante y, por ende, de la
sangre humana. El Conde Magnus también se alimenta de la carne humana, pues en
una descripción de una de sus víctimas se dice que “había sido guapo, pero
ahora no tenía rostro; le habían succionado la carne hasta dejarle los huesos
al descubierto” (11).
La
sangre es vista como una droga, capaz de hacer olvidar por completo la esencia
del vampiro. La propia Analisa nos describe su estado al beber la sangre,
relatado con un carácter también muy filosófico:
“Su sangre estaba caliente y entraba a
borbotones en mi garganta. Es sublime, embriagador. Algo que un humano jamás podrá
apreciar. Bebí y bebí hasta saciar mi sed, hasta que la euforia me dijo que
había que parar. Demasiada sangre puede producir una extraña sensación de mareo
haciéndonos perder, por unos instantes, el contacto con la realidad. Es un
instante peligroso en el que podemos olvidar de dónde estamos, quiénes somos y
hacia dónde debemos ir” (12).
La
sangre es también fundamental para su existencia, una fuerza regeneradora del
organismo vampírico. Analisa decide, por voluntad propia, dejar de beber sangre
porque el remordimiento aún humano es todavía muy fuerte en ella pero se ve
consumida poco a poco. Llega a tal punto que es necesario beber el líquido rojo
para revitalizarse:
“Analisa dejó caer el cuerpo de sor Angustias
sobre el suelo empedrado de la entrada del convento de Santa Clara de Jesús.
Una sensación de vitalidad, la misma que había experimentado al acabar con la
vida de la niña, se apoderó de ella. Acto seguido, notó cómo su cuerpo se
revitalizaba: sus uñas, su pelo, su rostro y todo cuanto se había podrido en su
organismo volvía lentamente a renovarse” (13).
Para
alimentarse, Drácula necesitaba ser invitado en las casas de sus víctimas, al
igual que los vampiros de Despertar.
Sin esta invitación, el vampiro no puede hacer nada. Recordemos un fragmento:
“¿Qué crees que estás haciendo aquí? (…) ¿Siempre entras en las casas de los
demás sin que te inviten? [pregunta Elena a Desmon]. –Pero tú me pediste que
entrara” (14).
La
sangre es una delicatesen, por lo que hay que deleitarse con su sabor.
Clarimonde nos describe esto al ver a un vampiro bebiendo: “bebía la sangre a
sorbitos, lenta y cuidadosamente, como un catador que saboreara un vino de
Jerez o de Siracusa; tenía los ojos entornados, y sus verdes pupilas eran
oblongas en vez de redondas” (15).
En la
literatura infantil y juvenil es cierto que los vampiros también se alimentan
de sangre, salvo Lucarda del que hablaremos ahora, pero no tenemos que olvidar
que el público de este tipo de novelas son los niños por lo que se hace una
pequeña matización en cuanto a la sangre bebida: un vampiro bebe de sangre lo
equivalente a una donación, así la víctima no tiene mayor perjuicio, pues
“ningún vampiro necesita más de medio litro a la semana” (16). Pero claro, “la
sangre es como una droga: si no te controlas, quieres cada vez más. Y sino la
consigues, te da el mono” (17). Aunque esto es cierto, también se dice que “el
chocolate es la bebida favorita de los vampiros” (18).
Como ya
comentamos, Lucarda no toma sangre humana, sino que la sustituye por “sangre
vegetal” como él la llama. Este sucedáneo de sangre “lleva zumo de tomate (…)
pero también otros muchos ingredientes: minerales, enzimas, hormonas, proteína
de soja…” (19). Cuervo también se alimenta de queso y fruta “pero necesito un
poco de sangre de vez en cuando” (20). Fruta, verdura, cereales y legumbres
también es el menú de Alba (21), más conocida como Blancanieves.
Sangre
es lo que necesita un vampiro para seguir con su vida, pero no tiene por qué
ser necesariamente sangre humana. Conocemos personajes que no se alimentan de
la sangre de los seres humanos. El primero de ellos es Stefan de Smith, que se
alimenta de la sangre de los animales. El mismo patrón sigue también Edward y
el clan Cullen en la saga de Meyer, al igual que sus parientes en Denali.
Los
vampiros se caracterizan, a grandes rasgos, por su carácter nómada y solitario. La propia Analisa nos dice que “con el
tiempo me di cuenta de que no era aconsejable permanecer mucho tiempo en una
misma ciudad. Aquél era el riesgo al que no debía exponerme” (22).
Esta
vida solitaria se rompe con la pareja vampírica. Cada vampiro, sobre todo los
posmodernos (23), pueden encontrar su alter
ego o su pareja ideal en otra persona, ya sea vampiro o humano. Es una
cuestión muy importante, a veces surge solo o en ocasiones se busca. “No creo
que sea una cosa que deba hacerse a la ligera [dice Katherine]. Tomaré sangre
humana sólo cuando haya encontrado a mi compañero, aquel que estará junto a mí
por toda la eternidad” (24).
La
soledad no solo se rompe con la pareja, sino también con la familia. Algunos de
estos vampiros crean una familia ficticia, es decir, crean una familia o clan y
ellos mismos se consideran familiares sin tener una misma sangre o unos mismos
padres. La familia auténtica es la de El
pequeño vampiro y nos dice Rüdiger que “los vampiros tienen que estar
juntos” (25).
Sin embargo, hay otras
características significativas de las tantas que poseen de los vampiros que
tenemos que abordar. En su mayor parte, todos pueden dormir (26), salvo los
vampiros de la saga Crepúsculo.
Sin lugar a dudas, una de sus mayores características es la longevidad,
poseer una vida sumamente extensa en el tiempo. Esto les lleva a muchos de
ellos a tener una posición económica muy favorable. Un claro ejemplo es Stefan,
el cual posee un Porsche Turbo 911 y viste ropa de Armani. La misma posición
económica alta la tiene la familia Cullen. Pero no solo económicamente, sino
también tienen un sentido de la caballerosidad descomunal, propio de su época
pasada. Es el caso de Edward Cullen y de Stefan Salvatore, el cual dice cosas
como: “un caballero no
impone su compañía a nadie” o “no se insulta a una señora” (27).
Podemos hablar de una humanidad
en ciertos personajes vampíricos, aunque algunos de ellos rehúsan e intentan (o
al menos lo desean) no tenerlos. Es el caso de Analisa. “Analisa habría preferido no conservar
emociones humanas de ninguna clase, no tener sentimientos como la piedad, la
compasión, el remordimiento o el arrepentimiento” (28). También lo es, en
cierta medida, Alba pues ella “no suele actuar movida por la rabia, el rencor o
la envidia. Está por encima (o por debajo) de esas pasiones tan humanas. Como
no conoce el amor, tampoco conoce el odio” (29).
Edward Cullen, para Graillet Carrasco (30),
es el último eslabón de la evolución. Es un ejemplo a seguir de dominio y
control de todos sus impulsos vampíricos, al igual que Stefan. Cullen es
totalmente consciente de su propia naturaleza vampírica y por ello padece en
múltiples ocasiones crisis existenciales, dotándole de ciertos tintes de
humanidad y de respeto hacia el prójimo. Además se ha visto en él esa
evolución, ese paso, de monstruo a héroe.
La cuestión del alma, unido este con la
humanidad, es una pregunta constante en Crepúsculo,
sobre todo para Edward que cree que su alma está eternamente condenada. Vemos
también, además de un carácter filosófico, un carácter también religioso y
espiritual. Dice Carlisle, el cual no es tan religioso, que “Edward sólo
comparte mi opinión hasta cierto punto. Para él, Dios y el cielo existen… al
igual que el infierno. Pero no cree que haya vida tras la muerte para nosotros
(…). Ya ves, él cree que hemos perdido el alma” (31).
En cuanto a la conversión en vampiros podemos ver claramente cuatro métodos que
iremos viendo a continuación. Stefan describe él mismo su conversión mediante
Katherine:
“Sintió el aliento de la joven
en su garganta, y luego los labios. Y a continuación los dientes. Sintió un
dolor punzante, pero se mantuvo muy quieto y no profirió ningún sonido (…). Y
casi al momento el dolor cesó, y sintió que le extraían la sangre del cuerpo. No
era terrible, como había temido. Era una sensación de dar, de alimentar. Luego
fue como si sus mentes se fusionaran, convirtiéndose en una” (32).
La transformación o el paso de humano a
vampiro “se trata de un rito de iniciación a través del cual pasamos de una
vida a otra vida mediante una muerte simbólica” (33). El primer método es el
tradicional: ser víctima por un vampiro, el cual irá bebiendo la sangre de su
víctima que, al morir, se convertirá también en otro vampiro. Esto sale en Drácula y en Il segnore dei vampiri. En este método vemos que el nuevo vampiro
no es un alma “libre” sino que tiene que obedecer a un amo, al creador:
“Y para postre, tú [Mina], a
quien todos ellos adoran, serás sólo mía: carne de mi carne, sangre de mi
sangre, vida de mi vida, mi generoso trujal durante mucho tiempo, y más
adelante te convertirás en mi compañera y ayudante (…). Cuando mi mente diga:
‘¡Ven!’, tú te desvivirás por cumplir mi mandato. Pero para que todo ello se
cumpla, ¡bebe de mi sangre!” (34).
Otro método es morir con sangre vampírica
dentro. Esto aparece en Despertar.
Los hermanos Salvatore (Stefan y Desmon) mueren con la sangre de la vampira
Katherine dentro de ellos, pues ella les dio de beber su propia sangre tras
esta alimentarse de la de los hermanos. Con esto acabaron sus vidas humanas
pero la sangre que tenían dentro los transformó.
El tercer método es mediante la ponzoña del
vampiro, es decir, morder a su víctima y dejarla viva. Esto lo podemos ver en
la saga de Crepúsculo y en la del Pequeño vampiro. El nuevo vampiro que
nace se denomina neófito. El neófito más famoso de la saga de Meyer es Bree
Tanner (35), protagonista de una novela paralela a la saga. Es ella misma la
que nos cuenta su vida y sus experiencias desde que se transforma en vampiro
hasta que los Vulturis deciden acabar con ella. Un neófito es distinto a un
vampiro normal, pues “vive asediado por una sed implacable y se alimentará con
la mayor asiduidad posible. La sed es tan desquiciante durante el primer año
que la mayoría de los neonatos es más animal y salvaje que sus homólogos de más
edad” (36).
Esa ponzoña en sí no mata, “simplemente
incapacita. Actúa despacio y se extiende por todo el sistema circulatorio, de
modo que ninguna presa se encuentra en condiciones físicas de resistirse y huir
de nosotros una vez que la hemos mordido (...). Completar la transformación
requiere varios días, depende de cuánta ponzoña haya en la sangre y cuándo
llegue al corazón. Mientras el corazón siga latiendo se sigue extendiendo,
curando y transformando el cuerpo conforme llega a todos los sitios. La
conversión finaliza cuando se para el corazón, pero durante todo ese lapso de
tiempo, la víctima desea la muerte a cada minuto” (37). El dolor, tal y como
experimentó Bella (38), es insoportable.
El cuarto y último método es que la víctima
muerda al vampiro o que este, tras morderla, decida convertirla. Es un caso
raro que solamente sale en la saga de Frabetti. Con este método vemos que “el
vampirismo no se transmite tan fácilmente como en las películas, y si se toman
ciertas precauciones el contagio es prácticamente imposible” (39). Esto cambia
si es la víctima la que muerde al vampiro y prueba su sangre. Así nos lo
explica el doctor Van Helsing: “si un vampiro te muerde, es muy difícil que te
contagie, pues la concentración del VV [virus del vampirismo] en su saliva es
muy baja (…). Pero si tú lo muerdes a él, su sangre, aunque no la ingieras,
entra en contacto con las mucosas de tu boca, y la concentración del VV en la
sangre de un vampiro (…) es muy alta por lo que el contagio es mucho más
probable” (40). Este vampirismo se puede curar mediante el elixir de la eterna
juventud (41).
CONTINÚA
NOTAS
(1) Poe, Edgar Allan: Berenice…, pág.
39.
(2) Esto lo
podemos ver en Davidson, Frabetti, Sommer-Bodenburg y Stoker.
(3) Frabetti, Carlo: El mundo
flotante…, págs. 63-64.
(4) Frabetti, Carlo: El mundo
inferior…, pág. 76.
(5) Poe, Edgar Allan: Berenice…, pág.
38.
(6) Smith, L. J.: Despertar…, pág. 87.
(7) Esto lo
podemos ver en Davidson, Meyer, Smith y Tahoces.
(8) Tahoces, Clara: Gothika…,
pág. 86.
(9) Ob. cit.,
pág. 153.
(10) Hoffmann, E. T. A.: Vampirismo…
(11) James, M. R.: El conde Magnus…, pág. 42.
(12) Tahoces, Clara: Gothika…,
págs. 10-11.
(13) Ob.
cit., pág. 180.
(14) Smith, L. J.: Despertar…, pág. 166.
(15) Gautier, Théophile: La muerta enamorada…, pág. 68.
(16) Frabetti, Carlo: El mundo flotante…, pág. 27.
(17) Ob.
cit.
(18) Frabetti, Carlo: El mundo pretérito…, págs. 146-147.
(19) Frabetti, Carlo: El vampiro vegetariano…, pág. 105.
(20) Frabetti, Carlo: El mundo flotante…, pág. 22.
(21) Frabetti, Carlo: El mundo
oscuro, Madrid, El barco de vapor, 2005.
(22) Tahoces, Clara: Gothika…,
pág. 12.
(23) Bajo
esta denominación están los vampiros de finales del siglo XX y principios del
XXI. Frente a estos están los modernos (siglos XVIII-comienzos del XX).
(24) Smith, L. J.: Despertar…, pág. 68.
(25) Sommer-Bodenburg, Angela: El
pequeño vampiro…, pág. 59.
(26) Para
esto ver a Davidson, Fabretti, Smith, Sommer-Bodenburg, Stoker y Tahoces.
(27) Smith, L. J.: Despertar…, pág. 103.
(28) Tahoces, Clara: Gothika…,
pág. 288.
(29) Frabetti, Carlo: El mundo
oscuro…, pág. 22.
(30) Graillet Carrasco, Yolanda de: “Edward Cullen: el nuevo concepto
de vampiro” (en línea). Trabajo de investigación dirigido por la profesora
Isabel Clúa Ginés, de la Universidad Autónoma de Madrid, 2010. Dirección
URL: <https://www.recercat.cat/bitstream/handle/2072/97232/Treball%20de%20recerca.pdf?sequence=1>.
[Consulta: 15 de junio de 2018],
pág. 35.
(31) Meyer, Stephenie: Luna Nueva, Madrid,
Alfaguara, 2009, pág. 45.
(32) Smith, L. J.: Despertar…, pág. 171.
(33) Graillet Carrasco, Yolanda de: “Edward Cullen: el nuevo concepto
de vampiro…, pág. 40.
(34) Stoker, Bram: Drácula…,
pág. 291.
(35) MEYER, Stephenie: La segunda vida de Bree Tanner, Madrid, Alfaguara, 2010.
(36) MEYER, Stephenie: Saga Crepúsculo: Guía oficial ilustrada…, pág. 74.
(37) Meyer, Stephenie: Crepúsculo…, págs. 419-420.
(38) MEYER, Stephenie: Amanecer, Madrid, Alfaguara, 2009.
(39) Frabetti, Carlo: El mundo
flotante…, pág. 23.
(40) Ob.
cit., págs. 90-91.
(41) Frabetti, Carlo: El mundo
inferior…
No hay comentarios:
Publicar un comentario