La literatura vampírica: su evolución desde Drácula
1. El vampiro: aproximación a su concepto y definición (I)
Comencemos
esta pequeña investigación hablando de qué es un vampiro. Aquí solo trataremos
a los auténticos vampiros, dejando de lado a los híbridos que comentaremos en
la parte correspondiente a la reproducción de estos seres. Para dar una definición nos hemos basado en las
propias aclaraciones que se hacen en algunas de las novelas mencionadas arriba.
Hoffmann en su cuento de terror titulado Vampirismo
define el vampiro, a través de su persona Sylvester, diciendo que “un vampiro
no es sino un muerto viviente que bebe la sangre de los vivos” (1). Si
avanzamos en su lectura, Lothar, otro de los personajes, también explica la
esencia de un vampiro diciendo que “un vampiro no es sino un sujeto maldito que
se hace enterrar, como si hubiera muerto, y a poco se levanta de la tumba y
succiona la sangre de los durmientes, quienes se transforman así también en
vampiros” (2).
Pero
quizás la definición más amplia que podemos encontrar es aquella que nos
transmite Davidson a través de su Il
signore dei vampiri al decir, a través del doctor Dale experto en la
materia, que:
“Un Vampiro (…) è semplicemente una persona morta che possiede la facoltà
di muoversi e agire come se fosse viva. Ciò è possibile grazie all’intervento
delle forze del male che hanno ridato vita al suo corpo morto. Non una vera
vita, beninteso, una sort di pseudo-vita. Di conseguenza, sebbene il vampiro
sia di fatto una persona morta, la morte non è totale, e il suo corpo può
continuare a esistere eternamente senza decomporsi fintantochè tale pseudo-vita
continua ad animarlo (…). Lui è essenzialmente e immutabilmente una creatura maligna.
Può pensare e agire come nella vita normale, e possiede una forza fisica
inmensamente superiore a quella di cui godeva quando era vivo (…). Il Vampiro è
fortissimo di notte ed estremamente debole durante il giorno (…). Per sostenere
la pseudo-vita che attiva il suo corpo morto, il Vampiro deve cibarsi del
sangue di individui vivi (…). Con i suoi denti aguazzi li punge in un punto
precisso della gola e succhia il loro sangue. Il Vampiro cotinua a visitare la
sua vittima finché questa non muore. Una volva morta, la vittima diventa pure
lei un Vampiro, e il suo corpo morto si anima della stessa malefica
pseudo-vita. Ciò accade perché il passaggio del sangue vitale della vittima
nelle vene del Vampiro crea tra loro un vinculo malefico che determinarà la
transformazione della vittima in Vampiro al momento della sua morte, a meno che
colui che l’ha vampirizzata non sia morto prima d’allora” (3).
Estas
tres definiciones tienen unas mismas características: es un ser no muerto que
se alimenta de la sangre de sus víctimas para poder sobrevivir. Yo añado que
ese “estar no muerto” tiene algunas controversias. ¿Se puede estar realmente
muerto aunque el corazón siga funcionando como motor? ¿Se está realmente muerto
cuando aún tienen sentimientos humanos como la compasión? Esto lo veremos a
continuación.
Los orígenes de los vampiros es algo
incierto. En su mayor parte, parece que el humano pactó con Satán o algún
diablo y que, a su muerta, se transforma en un no muerto que se alimenta de
sangre humana fresca. Esto se puede entrever, por ejemplo, con el Conde Magnus
(4). Pero no siempre es así. En El mundo
inferior vemos que el origen de todos los vampiros está en Elisa. “Elisa es
un personaje semilegendario; la madre de todos los vampiros (…). La leyenda
dice que la madre de todos los vampiros, al igual que las fieras, se aplacaba
con la música” (5). En la saga Crepúsculo no se dice cuál fue el origen de los
vampiros pero sí podemos ver que los vampiros más antiguos fueron del clan
rumano, el cual ya existía en torno al 400 d.C. (6).
Siguiendo
el hilo de la definición proporcionada por Davidson pasemos a la descripción física de los vampiros. Una
vez más las diversas obras nos proporcionan información relevante al respecto.
Así Edgar Allan Poe nos dirá, hablando del personaje Berenice, que “su delgadez
era excesiva (…). La frente era alta, muy pálida, singularmente plácida; y el
que en un tiempo fuera cabello de azabache caía parcialmente sobre ella
sombreando las hundidas sienes con innumerables rizos, ahora de un rubio
reluciente, que por su matiz fantástico discordaban por completo con la
melancolía dominante de su rostro (…) y esquivé involuntariamente su mirada
vidriosa para contemplar los labios, finos y contraídos” (7).
Lothar,
personaje de Hoffmann en Vampirismo,
describe a la baronesa como un cuerpo muerto: “sintió su mano aferrada por
dedos rígidos como la muerte, y la descarnada figura de la baronesa, que le
miraba con ojos sin fuerza, le pareció, en sus odiosamente abigarrados ropajes,
un acicalado cadáver” (8).
Pero
sin poderlo dudar, el vampiro por excelencia es el conde Drácula. Jonathan
Harker lo describe así nada más verle por primera vez:
“Tenía el rostro enérgico, aquilino, de nariz
delgada con un puente muy alto y ventanas arqueadas; la frente despejada y muy
poco cabello alrededor de las sienes, en cambio, en el resto de la cabeza era
abundante. Tenía espesas cejas, casi unidas sobre la nariz. Bajo el espeso
bigote asomaba una boca de aspecto cruel, con agudos y blancos dientes, que
sobresalían de los labios. Su piel mostraba un brillo y una vitalidad anormal y
asombrosa a la vez para alguien de su edad. En cuanto al resto, sus orejas eran
pálidas y en la parte superior, exageradamente puntiagudas, su barbilla era
fuerte y las mejillas firmes, aunque delgadas. La impresión general que uno
tenía al observarle era la de una palidez increíble” (9).
Graciosa
y curiosa será la descripción del propio Drácula en la novela infantil de
Sommer-Bodenburg. De él se dirá que es un “hombre de aspecto corpulento y nariz
aguileña, apenas más alto que Rüdiger [el pequeño vampiro] (…). Una melena
rizada hasta los hombros (…). Tiene unos ojos muy inquietantes (…). Con su
mirada hipnotiza a los seres humanos” (10). Sigue describiéndolo diciendo
que tiene “sus ojos verdes, sus largas y
sedosas pestañas y sus negros rizos hasta los hombros (…). Anguloso mentón, que
le daba un aspecto feroz (…). Ojos saltones, que parecían penetrantes y fríos a
un tiempo (…). Los colmillos más largos y afilados que había visto [Anton, el
humano] en toda su vida” (11). Por último, acaba diciendo que tiene “sus anchas
espaldas y su cuello fuerte como el de un toro” (12).
Algo
más moderno es Louis, protagonista de Entrevista
con el vampiro, el cual es descrito por el entrevistador de la siguiente
forma: “el vampiro era totalmente blanco y terso como si estuviera esculpido en
hueso blanqueado; y su rostro parecía tan exánime como el de una estatua, salvo
por los dos brillantes ojos verdes, que miraban al muchacho tan intensamente
como llamaradas en una calavera. Pero, entonces, el vampiro sonrió, casi
anhelante, y la sustancia blanca y tersa de su rostro se movió con las líneas
infinitamente flexibles pero mínimas de los dibujos animados” (13).
De gran
belleza es la protagonista de Gothika,
Analisa: “tenía el cabello negro como el azabache. Era largo, sedoso y liso. Su
piel era pálida o acaso se había maquillado el cutis con polvo de arroz. Sus
ojos eran llamativos, de color verde intenso. Había algo inquietantes en ellos.
Poseían una expresión extraña (…). Medía cerca de un metro setenta y era
extremadamente delgada, lánguida y delicada. Si alguien le hubiera preguntado
por su edad, no habría sabido qué responder” (14). Otra mujer vampira de gran
hermosa, seductora y sensual aparece en La
muerta enamorada:
“Era alta, con un tale y un porte de diosa;
sus cabellos, de un suave color rubio, se dividían en el centro de su cabeza y
se deslizaban sobre sus sienes como ríos de oro; su frente, de una blancura
azulada y transparente, se extendía, amplia y serena, sobre los arcos de unas
pestañas casi morenas, singularidad que añadía a sus pupilas verdemar una
vivacidad y un fulgor irresistibles. ¡Qué ojos! Un solo relampagueo podían
decidir el destino de un hombre; tenían una vida, una limpidez, un ardor, una
brillante humedad que yo nunca había visto [Romuald] en ojos humanos (…).
Dientes del más bello oriente chispeaban en su roja sonrisa y pequeños hoyuelos
se hundían, a cada inflexión de su boca, en el satén rosado de sus adorables y
tiernas mejillas. En lo que respecta a su nariz, cabe decir que era de una
finura y altivez absolutamente regias, y delataba el más noble de los orígenes”
(15).
Bella,
una de las protagonistas de la saga de Crepúsculo,
relata su propia historia mediante una especie de diario. Nada más ver a los
Cullen había algo en ellos que le atraía o le fascinaba:
“Eran cinco. No conversaban, no comían pese a
que todos tenían delante una bandeja de comida. (…) No se parecían lo más
mínimo a ningún otro estudiante. De los tres chicos, uno era fuerte, tan
musculoso que parecía un verdadero levantador de pesas, y de pelo oscuro y
rizado. Otro, más alto y delgado, era igualmente musculoso y tenía el cabello
del color de la miel. El último era desgarbado, menos corpulento, y llevaba
despeinado el pelo castaño dorado. Tenía un aspecto más juvenil que los otros
dos (…). Las chicas eran dos polos opuestos. La más alta era escultural. Tenía
una figura preciosa (…). Su pelo rubio caía en cascada hasta la mitad de la
espalda. La chica baja tenía aspecto de duendecillo de facciones finas, un
fideo. Su pelo corto era rebelde, con cada punta señalando en una dirección, y
de un negro intenso. (…) Eran blancos como la cal, los estudiantes más pálidos
de cuantos vivían en aquel pueblo sin sol. Todos tenían ojos muy oscuros (…) y
ojeras malvas. Era como si todos padecieran de insomnio” (16).
Uno de
los protagonistas de la saga de Crónicas
Vampíricas de Smith, es Stefan el cual tiene “el cabello oscuro y rizado
enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de una antigua
moneda o medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica nariz recta… y una
boca capaz de mantenerte despierta por la noche, se dijo Elena. El labio
superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran
cantidad de sensualidad” (17).
Una
descripción terrorífica y macabra la podemos ver en La dama pálida. La protagonista del cuento relata lo
siguiente:
“Vi a Kostaki, pálido como lo
había visto sobre la parihuela; sus largos cabellos negros, esparcidos sobre
sus hombros, goteaba sangre; llevaba su traje habitual; pero lo llevaba abierto
sobre el pecho dejando ver una herida sangrante (…). Todo estaba muerto, todo
era cadáver…, carne, ropas, paso…, sólo los ojos, aquellos ojos terribles,
estaban vivos” (18).
En este
aspecto la literatura infantil y juvenil tampoco se desvía de este sendero
establecido. En El vampiro vegetariano
vemos la descripción de dos personajes principales: Lucarda (anagrama de
Drácula) y Camila. “El señor Lucarda era el nuevo vecino de la planta baja.
Alto, delgado, de unos cuarenta años, vivía solo, siempre vestía de negro y
nunca hablaba con nadie. Sus ojos oscuros y penetrantes parecían escrutar los
pensamientos de la gente, y Tomás estaba convencido de que era un asesino de
niños” (19). Lucarda “a veces mira de una forma que da miedo, como si quisiera
hipnotizar o leerte el pensamiento” (20). Es el más excéntrico de todos los
personajes vampíricos que podemos encontrar, pues pertenece a la familia
Drácula y es, además, un vampiro caza-vampiros. Él nos dirá que “mi familia ha
sido, durante siglos, un azote de la humanidad, y yo quiero reparar algo del
daño que han hecho mis parientes” (21). En cambio, la descripción de Camila es
más corta: “tenía el cabello de un rubio dorado y unos preciosos ojos verdes”
(22).
Cuervo
es otro personaje salido de este mundo juvenil. Es “un hombre de mediana edad,
de barba rala y cabello rojizo, alto, delgado y muy pálido, completamente
vestido de negro” (23). Nunca ha matado a nadie y solo le chupa sangre “a los
malvados” (24) y según él “les chupo, como mucho, un cuarto de litro, el
equivalente de un vaso. Más o menos lo que te sacan cuando vas a donar sangre”
(25).
Al hilo
de esto comentaremos las últimas descripciones de los vampiros de la saga de
Sommer-Bodenburg. Comencemos por Rüdiger, “el pequeño vampiro, es vampiro desde
hace por lo menos ciento cincuenta años. El hecho de que sea tan pequeño tiene
una razón sencilla: se convirtió ya de niño en vampiro” (26). Tiene una gran
predilección por los cuentos y las historias de vampiros y tiene una capa con
la que puede volar. Tiene dos hermanos: Anna y Lumpi. Anna “la Desdentada es la
hermana pequeña de Rüdiger. No le han salido todavía los dientes de vampiro, de
forma que ella es la única de la familia de vampiros que se alimenta de leche”
(27). Anna “tenía una cara pequeña y blanca como la nieve, ojos de color rosa y
una cara redonda” (28). Lumpi “el Fuerte, hermano mayor de Rüdiger, es un
vampiro muy irascible. Su voz, a veces alta, a veces chillona, demuestra que él
se encuentra en los años de crecimiento. Lo único malo es que no saldrá nunca
de este difícil estado, porque se convirtió en vampiro durante la pubertad”
(29). Los tres son amigos de un humano, Anton, cuya obsesión por las historia
de vampiros es descomunal. El último miembro de la familia es tía Dorothee, que
“es el vampiro más sanguinario de todos. Encontrarse con ella después de ponerse
el sol puede resultar mortalmente peligroso” (30).
Por
último, antes de pasar al siguiente tema, reflejaremos aquí el primer encuentro
entre Anton y Rüdiger, que aunque no fue muy bueno pronto se convirtieron en
grandes amigos:
“En el alféizer, delante de los visillos que
flotaban con la corriente de aire, estaba sentado algo y lo miraba fijamente.
Tenía un aspecto tan horrible que Anton pensó que iba a caerse muerto. Dos ojos
pequeños e inyectados en sangre relampagueaban frente a él desde un rostro
blanco como la cal; una cabellera peluda le colgaba en largos mechones hasta
una sucia y negra capa. La gigantesca boca, roja como la sangre, se abría y
cerraba, y los dientes, que eran extraordinariamente blancos y afilados como
puñales, chocaban con un rechinar atroz (…). Hizo con su gigantesca boca una
mueca horrorosa con la que dejó completamente al descubierto sus colmillos,
agudos como agujas y muy salientes” (31).
¿Todos
los vampiros tienen figuras humanas? La respuesta es no. Solo hemos encontrado
dos personajes que se alimentan de sangre que no tienen forma humana. La
primera de ella es un vampiro invisible (32) que se alimenta de la vida de los
humanos, además de beber agua y leche. El segundo es un monstruo, un animal.
“Sobre el fondo, entre las plumas [de la cama de Alicia], moviendo lentamente
las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa.
Estaba tan hinchado, que apenas se le pronunciaba la boca. Noche a noche (…)
había adherido sigilosamente su boca –su trompa, mejor dicho– a las sienes de
aquélla, chupándole la sangre” (33).
CONTINÚA
NOTAS
(1) Hoffmann,
E. T. A.: Vampirismo, en Hoffmann, E. T. A.: El hombre de arena y otros relatos,
Madrid, El País, 2009, pág. 63.
(2) Ob. cit.,
pág. 64.
(3) Davidson, Hugh: Il signore dei vampiri, Roma, Biblioteca Economica Newton, 2009,
págs. 15-16. A continuación aportamos nuestra propia traducción del
fragmento: “Un vampiro
(...) es simplemente una persona muerta que tiene la capacidad de moverse y
actuar como si estuviera viva. Esto es posible gracias a la intervención de las
fuerzas del mal que han revivido el cadáver. No una vida real, por supuesto,
una especie de pseudo-vida. En consecuencia, aunque el vampiro sea en realidad
una persona muerta, la muerte no es total, y su cuerpo puede seguir existiendo
eternamente sin descomposición, siempre y cuando la pseudo-vida continúa para animarlo
(...). Él es esencial e inmutablemente una criatura maligna. Puede pensar y
actuar como en la vida normal, y tiene una fuerza física inmensamente mayor que
la que poseía cuando estaba vivo (...). El vampiro es muy fuerte en la noche y
extremadamente débil durante el día (...). Para mantener la pseudo-vida que
activa su cuerpo muerto, el vampiro debe alimentarse de la sangre de una
persona viva (...). Con sus agudos dientes les muerde la garganta en un punto
preciso y le chupa la sangre. El vampiro continúa visitando a su víctima hasta
que muere. Una vez muerta, la víctima también se convierte en un vampiro, y su
cuerpo muerto vuelve a la vida en la mismo maléfica pseudo-vida. Esto se debe a
que el paso de la sangre vital de la víctima en las venas del vampiro crea
entre ellos un vínculo maléfico que determinará la transformación de la víctima
en un vampiro en el momento de su muerte, a menos que la persona que la
vampirizó no muera antes de esa fecha”.
(4) James, M. R.: El conde Magnus, en James,
M. R.: Corazones perdidos y otros relatos,
Madrid, El País, 2009, págs. 27-51.
(5) Frabetti,
Carlo: El mundo inferior, Madrid, El barco de
vapor, 2005, págs. 28-29.
(6) MEYER,
Stephenie: Saga Crepúsculo: Guía
oficial ilustrada, Madrid, Alfaguara, 2011, pág. 76.
(7) Poe, Edgar
Allan: Berenice, en Poe, Edgar Allan: Manuscrito hallado en una botella y otros relatos, Madrid, El País,
2009, pág. 38.
(8) Hoffmann,
E. T. A.: Vampirismo…, pág. 64.
(9) Stoker, Bram: Drácula, Barcelona,
Edicomunicación, S. A., 1999, pág. 43.
(10) Sommer-Bodenburg, Angela: El pequeño vampiro en el país del conde
Drácula, Madrid, Alfaguara, D.L., 2005, págs. 190-182.
(11) Ob.
cit., págs. 186-187.
(12) Ob. cit., pág. 190.
(13) Rice,
Anne: Entrevista con el vampiro,
Barcelona, Timun Mas, D.L., 1994, pág. 10.
(14) Tahoces, Clara: Gothika, Barcelona,
Minotauro, 2007, pág. 73.
(15) Gautier, Théophile: La muerta enamorada, en VV. AA.: Los mejores relatos de terror, Madrid,
Alfaguara, 2004, págs. 35-36.
(16) Meyer,
Stephenie: Crepúsculo, Madrid,
Alfaguara, 2009, págs. 25-26.
(17) Smith, L.
J.: Despertar. Crónicas vampíricas I,
Barcelona, Planeta, 2009, pág. 20.
(18) Dumas,
Alexandre: La dama pálida, en Dumas, en Alexandre: Historia de un muerto contada por él mismo y
otros relatos, Madrid, El País, 2009, págs. 119-120.
(19) Frabetti,
Carlo: El vampiro vegetariano,
Madrid, El barco de vapor, 2005, pág. 14.
(20) Ob. cit., pág. 20.
(21) Ob. cit., pág. 74.
(22) Ob. cit., pág. 18.
(23) Frabetti,
Carlo: El mundo flotante, Madrid, El barco de
vapor, 2005, pág. 6.
(24) Ob. cit., pág. 25.
(25) Ob. cit., pág. 26.
(26) Sommer-Bodenburg, Angela: El
pequeño vampiro, Madrid, Alfaguara, 2007, pág. 11.
(27) Ob.
cit., pág. 12.
(28) Ob. cit., pág. 95.
(29) Ob. cit., pág. 12.
(30) Ob. cit., pág. 13.
(31) Ob. cit., págs. 19-20.
(32) Maupassant,
Guy de: El horla, en Maupassant, Guy de: El horla y otros relatos, Madrid, El
País, 2009, págs. 65-107.
(33) Quiroga,
Horario: El almohadón de plumas, en
VV. AA.: Los mejores relatos de terror,
Madrid, Alfaguara, 2004, pág. 157.
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