domingo, 30 de septiembre de 2018

Entrevista a Juan Solaz, autor de Volar, tal vez soñar

Entrevista a Juan Solaz, autor de Volar, tal vez soñar

Ediciones Atlantis presenta 'Volar, tal vez soñar', un libro del escritor madrileño, Juan Solaz que podría encuadrarse en el realismo mágico, permitiendo a los personajes moverse por el espacio y el tiempo con absoluta ligereza y que pone de manifiesto la prodigiosa imaginación de su autor.

SINOPSIS

La aparición en una casa de Sepúlveda de los Olmos del cuerpo incorrupto de una joven, que algunos lugareños afirman es Santa Lucía, hace viajar hasta allí a algunos enviados especiales. El problema es que Sepúlveda de los Olmos no es un sitio cualquiera: nadie sabe dónde está y ni siquiera es seguro que exista. Los que al fin logran llegar hasta allí guiados por su intuición, como Germán Arias, joven periodista a la caza de la noticia, descubrirán no sin sorpresa que se trata de un lugar donde los prodigios más inesperados son algo cotidiano para sus habitantes que de nada se asombran, ni siquiera cuando el pueblo abandona su emplazamiento elevándose en el aire en un vuelo que acabará llevándole a asentarse en el Valle de Josafat, camino del infinito. En ese inesperado trayecto, la vida de los olmosepulvedanos y la de los recién llegados va a experimentar grandes transformaciones que les obligarán a reflexionar sobre sus existencias y revisar sus planteamientos de presente y de futuro.

AUTOR

Juan Solaz nace en Madrid en 1946 y, tras una infancia razonablemente feliz, logra salir relativamente incólume de aquella triste España de generales y sotanas. Licenciado en Derecho, trabaja muchos años en el Departamento Internacional de una gran empresa, lo que le permite deambular por medio mundo. Alcanzada la edad de jubilación descubre al final del trayecto algo que sabía desde niño: que lo que de verdad le gusta es contar historias, charlar con los amigos, leer un buen libro, cantar sin saber y aprender cosas inútiles. Liberal tirando a jacobino, agnóstico y del Atleti (siempre le gustaron los perdedores), se adentra en la séptima década de su vida babeando con los nietos, que han tardado en llegar pero al fin lo han hecho, mientras contempla con ternura, curiosidad, ironía y escepticismo el mundo que le ha tocado vivir. “Volar, tal vez soñar” es su segunda novela tras publicar en 2017 “Persta Invicta Venus” tratando de demostrar que siete años de Latín no fueron en balde.

ENTREVISTA AL AUTOR

¿Qué te inspiró a escribir esta novela?

Me inspiró un pueblo de la Alcarria donde tengo una casa así como algunas de sus gentes; un microcosmos donde casi todo es posible, incluso que los pueblos vuelen. Me inspiró una ciudad como Jerusalén que he tenido oportunidad de conocer bien en algunos viajes profesionales. La posibilidad de combinar ambas realidades se me hizo irresistible. Me inspiraron algunas personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida y que se han empeñado en ser parte de la historia. Y dejar que ésta fuera creciendo poco a poco sin un plan preconcebido.

¿Qué la diferencia de las escritas anteriormente?

Creo que se parece poco a mi anterior novela publicada (“Persta Invicta Venus”) como no sea por transcurrir parcialmente la acción de ambas en un pueblo imaginario trasunto de pueblos de la España profunda que conozco bien. Por lo demás, en ésta la imaginación está más desbocada y puede acercarse más a un relato que podría encuadrarse en el realismo mágico, permitiendo a los personajes moverse por el espacio y el tiempo con absoluta ligereza.

¿Cómo crees que puedes sorprender al lector?

No pretendo sorprender al posible lector; me conformo con no aburrirle, que ya es bastante. Y transmitirle el cariño por unos personajes que intentan simplemente moverse a su aire dentro de la ficción (escapándose con frecuencia del mundo que yo había imaginado para ellos) transmitiendo un mensaje de optimismo, de fe en el hombre, de universalidad, frente a los localismos y nacionalismos excluyentes que dominan un mundo como el actual en un tiempo en que aquellos conceptos parecen estar prohibidos.

¿Cuáles son tus géneros literarios preferidos a la hora de escoger lectura?, ¿y a la hora de escribir?

Me gusta mucho la novela en su más amplio concepto; la novela río, las sagas que cuentan la historia de unas gentes y unos lugares y su desarrollo a través de los años, reales, históricos o futuros. Si tuviera que elegir una novela (¡difícil tarea!) que me ha impactado y a la que vuelvo cíclicamente, esa novela que te llevarías a una isla desierta o que te aprenderías de memoria para evitar su desaparición, como sucede en Farenheit 451 de Bradbury, sería “Cien años de soledad”.

Me encanta el teatro, pero no como lectura. Para la poesía tengo la sensación de que se me ha pasado la edad, grave pecado porque sé que es un arma cargada de futuro; quizás es que ya no tengo mucho. En cuanto al ensayo y la divulgación histórica, pues depende.

A la hora de escribir me ocurre algo parecido: me gusta contar historias posibles (¡cuál no lo es!) y sobre todo ver cómo las mismas se me escapan de las manos y deciden vivir su propia vida.

¿Hay alguna anécdota que quieras compartir con los lectores? 

Quizá la de cómo surgió el nombre del pueblo volador en el que se desarrolla en buena parte la acción. Fue un buen amigo, sabio de nada y maestro de todo, muerto ya por desgracia hace muchos años, uno de los hombres más imaginativos, divertidos y entrañables que he tenido la fortuna de conocer, quien bautizó al pueblo segoviano de otro nombre de mi mujer, cuando escapaba a él en verano huyendo de la canícula. “¿Vas a Sepúlveda de los Olmos?”, me preguntaba. Yo le recuerdo ahora dando ese nombre al pueblo de mi ficción y en su homenaje he llamado “Tamaya” a uno de los personajes para mí más entrañables de mi relato.

O quizás otra anécdota: la pregunta que me hizo un buen amigo y lector tras decir yo en el primer capítulo de mi anterior novela que el padre de mi protagonista había huido a Alemania después de la guerra con un billete de cien pesetas, unos libros de poesía y una flauta travesera. La pregunta en cuestión fue qué había sido de la flauta travesera, que no se volvía a mencionar en la novela. Le he puesto remedio dejándola en manos de su nieto Udo tras revisar la novela después de su publicación.

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