jueves, 14 de junio de 2018

Willem y Tion: la historia de un cautiverio (1/7). Fanfic Juego de Tronos

ATENCIÓN: historia para mayores de 18 años

Hace unos años publiqué un fanfic de Juego de Tronos basado en dos personajes secundarios y aparentemente no importantes, pero que fueron decisivos para el transcurso de la historia de Poniente.

SINOPSIS: Willem Lannister está prisionero en Aguasdulces junto con su primo Tion Frey tras haber sido derrotado el ejército de Ser Jaime Lannister en la Batalla del Bosque Susurrante por el Joven Lobo, Robb Stark. Esta es la historia de los niños prisioneros que, posiblemente, cambió el rumbo del ejército norteño.

George R. R. Martin creó a los dos personajes protagonistas de nuestra historia, dos primos: Willem Lannister y Tion Frey. Pese a su carácter de papel secundario, estos jóvenes jugaron un papel fundamental, pues con sus muertos el ejército de la Casa Karstark se separó del Joven Lobo. En esta historia veremos quiénes eran los dos niños, cómo llegaron a la Batalla del Bosque Susurrante, su pasado, sus sueños. Una historia que no escribió Martin.

ATENCIÓN: Contiene spoiler de Juego de TronosChoque de Reyes y Tormenta de Espadas.

Disponible enWattpad y Fanfiction

PRÓLOGO

El Rey en el Norte estaba aquella noche muy cansado, cansado de pensar, cansado de tomar decisiones, cansado de luchar y, sobre todo, cansado del peso de la corona. Pero era el Rey en el Norte y no se podía rendir, mucho menos delante de sus vasallos, de su pueblo, de todos aquellos que lo habían apoyado desde el principio. Sentado en una mesa de madera de roble, seguía estudiando un gran mapa con la luz de una vela.

Robb Stark era la viva imagen de su madre, Catelyn Tully, de complexión fuerte y corpulento, con una piel muy clara, unos ojos azules y con una espesa cabella marrón rojiza. De su padre, Eddard Stark, había heredado su enorme sentido del honor y de la justicia y ahora estaba al frente de los señores de su padre. Levantó la cabeza con los ojos ya rojos de tanto leer, pues era ya bien entrada la noche. Viento Gris, su lobo huargo, se acercó, le olfateó la mano y le chupó los dedos al mismo tiempo que Robb le rascaba con la otra la cabeza. Su pelaje era áspero, de color gris humo y unos grandes ojos amarillos.

-Ya es hora de dormir y descasar, ¿no, Viento Gris? -dijo Robb mirando a su lobo a los ojos.

Se levantó y se dirigió a la cama que le había cedido su tío Edmure Tully en su fortaleza en Aguasdulces. Allí bajo las mantas de pieles y con el fuego de la chimenea aún encendido le esperaba ya su reina, Jeyne de la Casa Westerling. Su cabeza con su larga melena ondulada castaña reposaba en la almohada, sus ojos castaños se abrieron al ver que Robb se acercaba.

-Pensé que nunca vendríais a acostaros mi Rey -dijo Jeyne aún adormilada.

-Ese es el trabajo de un rey. No dormir viendo cómo podrá gobernar lo mejor posible mi reina.

Robb se acercó a ella. Se sentó en la cama a su lado y le dio un apasionado beso en la boca para saborear el delicioso sabor de su saliva y su lengua.

-Ven, desnúdate y entra en la cama -le dijo Jeyne al tiempo que le acariciaba la cara. Se estaba dejando ya la barba, lo que le daba un aspecto aún más mayor de lo que en verdad tenía.

Y así hizo Robb. Se descalzó, se quitó la cama y el jubón, para luego bajarse los calzones y la ropa interior. Apartó hacia un lado las mantas y se tumbó junto al cuerpo de su esposa y su reina, notando el calor que desprendía su juvenil cuerpo. Jeyne se dio la vuelta, le miró a la cara y empezó a apartarle un mechón de pelo de su rostro. Él también comenzó a acariciarle el pelo, la cara, sus rojos labios y su esbelto cuello. Fue poco a poco bajando hasta encontrarse con sus pechos, aunque no eran muy grandes pero eran firmes y blandos. Ella se ruborizó un poco y comenzó a besarle en la frente, luego en la nariz y por último en la boca.

-Hoy te haré un heredero, mi Rey -fue lo que le dijo Jeyne a Robb al oído.

Acto seguido, ella se sentó encima del Rey en el Norte y comenzó la penetración. Suavemente se movía encima mientras le daba ligeros pero apasionados besos. Luego él la cogió de las caderas y la tumbó en la cama. Se tumbó encima de ella, apartó un poco sus piernas y empezó a penetrarle mientras la besaba y acariciaba sus pechos que cada vez los pezones se ponían más duros. Ella comenzó a gemir hasta que él le depositó su semilla en su interior. Jadeante se quitó de encima y se tumbó a su lado, acariciándole la barriga donde en un futuro próximo vivirá su primogénito, su hijo y su heredero durante nueve largos meses.

-Te quiero, siempre te querré, amaré y cuidaré de ti hasta el final de mis días -Robb le decía esto a Jeyne mientras le cubría de besos su dulce rostro.

Ella sonrió y se quedó dormida. Robb hizo lo mismo. Soñaba con Invernalia, con su padre y sus hermanos y hermanas, con Jon Nieve e incluso con Theon Greyjoy hasta que de pronto sintió un gran frío. Abrió los ojos y se incorporó en su cama. Vio que el fuego de la chimenea se había apagado, quedando solo algunos troncos ennegrecidos aún al rojo vivo. Pero no fue el frío lo que le había despertado, sino un sonido. El sonido de unos pies arrastrándose en la estancia.

Robb lo volvió a escuchar justo al lado de la puerta pero la oscuridad cubría al ser que se encontrase allí. Pero no era solo un sonido, sino dos. Se volvió a oír unas pisadas al lado de la ventana. Robb se levantó, se echó una bata encima y se acercó al foco del sentido. A medida que se acercaba sentía cada vez más y más frío hasta que su aliento se condensó y solo soltaba un vaho blanco espeso. Los sonidos se hacían cada vez más audibles, cada vez más cercanos y de pronto los vio.

Eran dos. Dos cuerpos pequeños que lo miraban con unos ojos muertos que no veían en realidad, pero se le clavaron en los suyos con una gran fuerza. Eran delgados y terriblemente blancos. Tanto su cuerpo como sus cabellos estaban llenos de sangre pegajosa aún fresca, pues largos ríos rojos les corría por sus heridas, pero también de polvo y tierra. Robb pudo ver a pesar de esto en el color de sus cabellos, uno era rubio aunque había perdido ya parte de su vivo color, y el otro era castaño, aunque ahora parecía más bien pardo. Y el Rey en el Norte se dio cuenta de quiénes eran realmente.

-No puede ser. Estáis muertos, yo mismo os vi -a Robb le temblaba la voz al decir estas palabras.

-Tú nos matastes -replicó Willem Lannister con una fantasmal voz gutural.

-El Rey en el Norte fue nuestro asesino -apuntó su primo Tion Frey.

Sus desnudos cuerpos fueron avanzando más y más hacia el Stark, arrastrando sus pesados pies con cada paso que daban. Sus huesudas y blancas manos le apuntaban a él.

-Yo no, yo os hice justicia. Ejecuté a Lord Rickard Karstark -replicó en su defensa el Joven Lobo.

-No, no. Fuiste tú, por tu culpa nos mataron -dijeron a la vez los espectros.

-Lo siento, yo no quería. Intenté salvaros. Intenté liberaros a cambio de mis hermanas -Robb estaba temblando tanto de frío como de la visión de los cuerpos muertos al acercarse.

El Rey se había sentido culpable de la muerte de los niños, es cierto, pero les hizo justicia y ejecutó a sus asesinos por alta traición al Rey en el Norte. Incluso estaba escribiendo una carta a los Lannister de Desembarco del Rey aclarándoles lo sucedido y devolviéndoles los cuerpos para que tuvieran un reposo digno. Sus manos estaban igualmente manchadas de sangre, pero no fue el ejecutor de tal atroz crimen.

Willem y Tion se acercaron cada vez más y más hasta que agarraron el cuello de Robb. Sus manos eran huesudas, gélidas, frías y muertas. Se estaba quedando sin aire y Robb se despertó sobresaltado de su pesadilla empapado en sudor, mientras su amada Jeyne seguía dormida plácidamente a su lado.

“Es solo una pesadilla. Una mala pesadilla -se decía a sí mismo- No están aquí, están muertos”. Pero aún así se seguía sintiendo culpable. Al ver que la aurora se acercaba y los primeros rayos del sol iluminaban la habitación, el Joven Lobo se vistió y salió fuera, al patio, a tomar el aire y, si podía, a desayunar.

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