Capítulo 5. Noche oscura
-¡Willem,
despierta! -seguía gritando Tion mientras lo zarandeaba.
“No quiero despertar. Quiero dormir. Quiero estar en Roca Casterly con
mi familia” pensaba Willem adormilado. Pero los sonidos de las espadas al
entrechocar se hacía cada vez más audible. Comenzaron a escucharse gritos de
hombre y a olerse el hedor de la sangre.
De
pronto la puerta se abrió con muchísima violencia y Willem abrió los ojos al
momento. Se dio cuenta de que aún era de noche. Por la puerta entró un hombre
lleno de sangre y pálido como la leche. Iba a dar un grito cuando de su
garganta solo salió un reguero de sangre y la punta de una espada. El guardia
de la celda cayó muerto al suelo y apareció otro hombre más. Tendría más de
cincuenta años, muy corpulento, de aspecto fiero y una espesa y larga cabellera
y barba entre el negro y el blanco. En su jubón se podía ver su blasón: un sol
de plata sobre campo de sable. Tras él iban ocho hombres más, todos norteños
por sus aspectos.
-¿Venías
a rescatarnos, Ser? -preguntó Willem con los ojos entrecerrados aún adormilado.
-¡Cállate!
Eres un hijo de puta Lannister -respondió Lord Rickard Karstark.
Con los
ojos desorbitados e inyectados en sangre agarró a Willem que estaba de
rodillas, lo izó y le clavó su espada directamente en el corazón. El chillido
de Tion al ver a su primo muerto fue como el estallido de una brutal tormenta.
-No,
no, por favor -suplicaba Tion con el rostro desencajado por el miedo.
El
señor de Bastión Kar dio orden y los ocho hombres entraron en la celda mientras
otro más vigilaba afuera.
-No,
no, por favor.
-¡Cállate,
malnacido! -gritó lleno de rabia Lord Rickard.
Fue el
primero en lanzarle una estocada pero ni le rozó. Tion estaba totalmente
indefenso, llevando solo una ligera túnica para dormir. No llevaba ni su cota
de malla, ni su escudo, ni siquiera un arma para defenderse. Estaba totalmente
perdido y no había tiempo para pensar. De nuevo otra estocada más de uno de los
norteños. Tion la desvió con la mano, lo que le provocó una profunda herida de
la que comenzó a fluir un río de sangre roja y caliente.
-No,
no, por favor -seguía suplicando el niño Frey -No, no, por favor.
Otro
norteño dio un paso al frente y dio otra estocada pero Tion, que pese a sus
años era muy rápido, se giró y no le dio. Pero el señor de Bastión Kar
interceptó su movimiento y le clavó su estada en el brazo. Otro de sus norteños
giró su estada, Tion la volvió a parar con su otra mano y dos de sus dedos salieron
disparados por los aires. El grito que dio Tion fue igual o más fuerte que el
que dio por la muerte de su primo Willem.
-¡Ayudadme,
por favor! -gritaba a la desesperada Tion muy cerca de la ventana con la
esperanza de que alguien le oyera y fuera en su rescate -¡Ayudadme, por favor!
-Por
los Siete, ¡matadle! Solo es un niño sin armas -fue la cortante respuesta de
Lord Karstark.
Y con
su estada invistió a Tion hacia la garganta. El Frey agachó la cabeza al
instante pero la hoja le rajó media frente hasta la oreja. Tenía su túnica
blanca llena de sangre y su cabello pegado a la frente por el sudor del momento
y su propia sangre.
-No,
no, por favor.
Dos
norteños comenzaron a rodearle. Tion sabía que su final se aproximaba. Su hora se
estaba acabando, “como la vida de mi primo -pensaba Tion- pronto me reuniré contigo,
Willem”. Los dos norteños estaban cada vez más cerca. Una estocada de uno que
dio a parar en su costado. Otra estocada del otro que le rajó los dos muslos y
Tion no tuvo la suficiente fuerza para seguir en pie. Con un dolor muy fuerte y
punzante, sudoroso, lleno de cortes y sangre a borbotones, Tion Frey cayó al
suelo ya sin fuerzas y jadeante.
-¡Por
los Siete! Seré yo el que acabe con este miserable -dijo Rickard Karstark.
“No, no, por favor”, hubiera querido gritar Tion, pero ya no
tenía fuerzas para ello. Lord Karstark le tiró del pelo para que le mirase a
los ojos inyectados en sangre por la cólera contenida.
-Pronto
todos los Lannister se reunirán contigo, miserable.
Y el
señor de Bastión Kar le clavó su espada en el vientre y le atravesó por la
espalda. Tion Frey cayó tumbado, aún con vida. “Willem, ya queda menos”, pensó en un instante. Abrió débilmente los ojos y vio a su primo
cerca de él, blanco y muerto. Alargó su brazo, aquel que aún conservaba todos
los dedos, y le agarró de la mano. Los nueve norteños comenzaron a clavarle las
espadas a la espalda pero Tion ya no sentía dolor. Ya sin fuerzas para
resistir, Tion Frey, hijo de Genna Lannister y primo de Willem Lannister, cerró
sus ojos para siempre, al mismo tiempo que sus últimas lágrimas corrían por sus
ensangrentadas mejillas y se fusionaba con el charco que su propia sangre iba formado
debajo de su cuerpo muerto.
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